Luces de Bohemia 1

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Luces de Bohemia 1
Metrópolis
Praga 19.02.07
Luces de Bohemia
Lecturas a cargo de:
Zora Šimůnková Sandra Castiñeiras
José Camúñez Triguero Arturo Herrera Colmenero
Elena Buixaderas Hanka Matochová
Raquel Malpelo David Andrés
Eva Kadlečková Klára Hálková
Eufrasio Lucena Muñoz Lucia Majlátová
Denisa Kantnerová Julián Teubal
Actuación musical de: Sara Navarro y Mayim Alpert
Luis Martín Santos (Marruecos 1924 - Vitoria,
1964)
Fragmento de Tiempo de silencio
De este modo podremos llegar a comprender
que un hombre es la imagen de una ciudad y
una ciudad las vísceras puestas al revés de un
hombre, que un hombre encuentra en su ciudad no sólo su determinación como persona y
su razón de ser, sino también los impedimentos múltiples y los obstáculos invencibles que
le impiden llegar a ser, que un hombre y una
ciudad tienen relaciones que no se explican por
las personas a las que el hombre ama, ni por las
personas a las que el hombre hace sufrir, ni por
las personas a las que el hombre explota ajetreadas a su alrededor introduciéndole pedazos de
alimento en la boca, extendiéndole pedazos de
tela sobre el cuerpo, depositándole artefactos
de cuero en torno de sus pies, deslizándole caricias profesionales por la piel, mezclando ante
su vista refinadas bebidas tras la barra luciente
de un mostrador. Podremos comprender también que la ciudad piensa con su cerebro de mil
cabezas repartidas en mil cuerpos aunque unidas por una misma voluntad de poder merced
al cual los vendedores de petardos de grifa, los
hampones de las puertas traseras de los conventos, los aprovechadores del puterío generoso,
los empresarios de tiovivos sin motor eléctrico,
los novilleros que se contratan solemnemente
para las capeas de los pueblos del desierto circundante, los guardacoches, los recogepelotas
de los clubs y los infinitos limpiabotas quedan
incluidos en una esfera radiante, no lecorbusiera, sino radiante por sí misma, sin necesidad de
esfuerzos de orden arquitectónico, radiante por
el fulgor del sol y por el resplandor del orden
tan graciosa y armónicamente mantenido que
el número de delincuentes comunes desciende
continuamente en su porcento anual según las
más fidedignas estadísticas, que el hombre nunca está perdido porque para eso está la ciudad
(para que el hombre no esté nunca perdido),
que el hombre puede sufrir o morir pero no perderse en esta ciudad, cada uno de cuyos rincones es un recogeperdidos perfeccionado, donde
el hombre no puede perderse aunque lo quiera
porque mil, diez mil, cien mil pares de ojos lo
clasifican y disponen, lo reconocen y abrazan,
lo identifican y salvan, le permiten encontrarse
cuando más perdido se creía en su lugar natural: en la cárcel, en el orfelinato, en la comisaría,
en el manicomio, en el quirófano de urgencia,
que el hombre –aquí- ya no es de pueblo, que
ya no pareces de pueblo, hombre, que cualquiera diría que eres de pueblo y que más valía que
nunca hubieras venido del pueblo porque eres
como de pueblo, hombre.
Enrique Lihn (Chile 1929-1988)
Market Place
Cirios inmensos para siempre encendidos,
surtidores de piedra, torres de esta ciudad
en la que, para siempre, estoy de paso
como la muerte misma: poeta y extranjero;
maravilloso barco de piedra en que atalayan
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Luces de Bohemia
los reyes y las gárgolas mi oscura existencia.
Los viejos tejedores de Europa todos juntos
beben, cantan y bailan sólo para sí mismos.
La noche únicamente, no cambia de lugar,
en el barco lo saben los vigías nocturnos
de rostros mutilados. Ni aun la piedra escapa
-igual en todas partes- al paso de la noche.
Arturo Sánchez Velasco (Castellón, 1974)
Escena de Ventana
Habitación B
Ventanas abajo. Administradora sentada delante de
una ventana, escucha elprofundo silencio. Mira a
Francotirador. Francotirador se incorpora.
FRANCOTIRADOR.- ¿Sí?
ADMINISTRADORA.- ¡Sss! ¿Has visto?
FRANCOTIRADOR.- (Pausa.) Qué.
ADMINISTRADORA.- La ventana. La calle.
FRANCOTIRADOR.- No veo nada.
ADMINISTRADORA.- Precisamente. El tránsito ha cesado de repente. Hace un momento
se oían docenas, miles de coches circulando a
la vez por toda la ciudad. Y ahora, de pronto,
nada. Todo silencio.
FRANCOTIRADOR.- Sí, lo oigo. Quiero decir,
no lo oigo. Pero no me parece tan extraño. Seguramente habrán coincidido los semáforos de
ambas direcciones en ponerse en rojo y por eso
no pueden circular, ni en una ni en otra dirección.
ADMINISTRADORA.- Ya, seguramente. Pero
era algo inquietante, como si no sólo los semáforos de esta calle, sino los de toda la ciudad se
hubiesen puesto de acuerdo y hubiesen cambiado al rojo en el mismo instante y, a partir de ese
momento, en la mayor conjuración jamás tramada, el mundo se hubiese parado totalmente. A
nadie se le podría ocurrir saltarse un semáforo
en una ciudad donde multan hasta por dejarse
el motor encendido.
De modo que el mundo ha quedado paralizado,
quién sabe hasta cuándo, hasta qué caprichosa
orden de la Dirección de Tráfico devuelva la
normalidad.
Francotirador se levanta hasta la ventana.
FRANCOTIRADOR.- Pasan los coches.
ADMINISTRADORA.- ¿Ya no están en rojo?
FRANCOTIRADOR.- No, ahora son los coches
los que iluminan de rojo la oscuridad. Se van ca-
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lle arriba y dejan la estela de sus pilotos traseros.
Como estrellas que se alejan.
ADMINISTRADORA.- (Sonríe.) ¿Cómo estrellas?
FRANCOTIRADOR.- Sí. Estrellas que se van.
A las estrellas, igual que a los trenes o a las
bombas, las delata el movimiento. Un tren que
se acerca envía sus ondas de sonido muy cerca
unas de otras, por eso su sonido es más agudo
que el de un tren que se va.
ADMINISTRADORA.- Por eso las bombas traicionan a quien las lanza avisando con un silbido
a los enemigos.
FRANCOTIRADOR.- Algo así. Y las estrellas,
igual, pero con el color. Cuando una estrella
se acerca a la Tierra con una velocidad relativamente cercana a la de la luz, la frecuencia de
ondas es mucho mayor. Es como si cuando nos
llegara la imagen de la estrella en el espectro
de luz, la siguiente percepción ya estuviera encima, y la siguiente después. Como si la emisión
se saturase. De ahí que las ondas de la luz alteren la percepción y se vean de un color azulado
tendiendo al violeta.
ADMINISTRADORA.- Y lo mismo para las que
se alejan.
FRANCOTIRADOR.- Bueno, al revés. Por eso
en vez de azules se ven rojas.
ADMINISTRADORA.- Como los coches.
FRANCOTIRADOR.- Como los semáforos.
ADMINISTRADORA.- Eso explica muchas cosas.
FRANCOTIRADOR.- Pues claro, ya te lo he dicho.
ADMINISTRADORA.- Eso explica que un tren
que se aleja nos parezca de color rojo.
FRANCOTIRADOR.- No, creo que te equivocas.
ADMINISTRADORA.- Y uno que viene sea
azul.
FRANCOTIRADOR.- La velocidad de los trenes
es demasiado pequeña como para alterar la percepción del color.
ADMINISTRADORA.- Aunque vaya a trescientos kilómetros por hora.
FRANCOTIRADOR.- Eso no es nada comparado con la velocidad de la luz.
ADMINISTRADORA.- Claro, pero aun así, yo
distingo un tren que se va ligeramente más rojo
que uno parado o uno que se acerca.
FRANCOTIRADOR.- ¿Hablas en serio?
ADMINISTRADORA.- ¡Sí! Ayer, por ejemplo,
estaba en el andén del metro y un tren aceleraba
rápidamente. De pronto, lo veía rojo.
FRANCOTIRADOR.- Te creo, te creo.
ADMINISTRADORA.- O esta mañana, era al revés, era yo quien subía en un ascensor. Miraba
abajo y todo me parecía rojo. Las puertas rojas.
La escalera roja. El pasamanos. Un hombre de
color rojo.
FRANCOTIRADOR.- Es algo normal.
ADMINISTRADORA.- Entonces no sabía que
se debía a ese fenómeno, pero aun así me he
dado cuenta de que era por el distanciamiento.
He pensado si era yo quien se alejaba o era él.
FRANCOTIRADOR.- No eres la única.
ADMINISTRADORA.- ¿Cómo debía de verme
él a mí?
FRANCOTIRADOR.- Eso explica lo que dicen
las personas que ven el futuro.
ADMINISTRADORA.- Eso explica que haya
personas azules y personas rojas.
FRANCOTIRADOR.- Que distinguen las visiones de sus recuerdos por el color.
ADMINISTRADORA.- Las que vienen, las que
van.
FRANCOTIRADOR.- Incluso quienes no tienen
poderes notan el tono rojizo de sus recuerdos.
ADMINISTRADORA.- Les miras a los ojos y los
reconoces, por su color.
FRANCOTIRADOR.- Piénsalo.
ADMINISTRADORA.- ¿De qué color debo ser
yo?
FRANCOTIRADOR.- Piensa en tu casa.
ADMINISTRADORA.- ¿Qué?
FRANCOTIRADOR.- Piensa en tu casa.
ADMINISTRADORA.- ¿Mi casa?
FRANCOTIRADOR.- Sí, tu tierra. Tu madre, tus
hermanos. (Pausa.) Piensa. ¿No los ves de color
rojo?
ADMINISTRADORA.- No los veo.
FRANCOTIRADOR.- ¿Cómo no los vas a ver?
ADMINISTRADORA.- No recuerdo nada.
FRANCOTIRADOR.- ¿No tienes ningún recuerdo?
ADMINISTRADORA.- Tal vez sea amnésica.
Aunque tengo muy buena memoria. Recuerdo
perfectamente todo lo que he hecho hoy. Las
habitaciones que he limpiado con los detalles
que van cambiando con los nuevos inquilinos,
Luces de Bohemia
como los nombres, las caras, las camisas sobre
las sillas, las marcas de dentífrico o aftershave.
Incluso recuerdo lo que pensé ayer, cuando me
levanté y dije joder está lloviendo, cuando comí
y pensé en qué pena no haber echado lentejas
en agua el día anterior porque era lo que me
apetecía, cuando revisé el álbum de fotos de
novios y lo busqué en la habitación pero no estaba. Entonces pensé en todas las veces que nos
faltaba tiempo y sin embargo seguíamos... (Pausa.) Anoche cuando encontré tu mano. (Pausa.)
¿Crees que soy amnésica?
Separados, cada uno en su ventana. Se miran. Resplandor rojo sobre Administradora que le llega desde
la ventana. Francotirador coge su maletín y sale de la
habitación. Administradora ignora su ida. Oscuro
Zora Šimůnková (Praha, 1965)
Tramway
Ta holka byla vážně podobná Anetě L. Smůla
byla, že stála asi v polovině vozu a já úplně
vzadu, přiskřípnutý nějakou tlustou madam
se dvěma taškami. – Mladej, nech toho, já za tři
stanice vystupuju, uzemnila mě, když jsem se
pokusil uniknout z jejího sevření a k tý holce,
Anetě L., jak jsem věřil, se dostat blíž. Dobíhal
jsem tramvaj, a proto jsem se vecpal až dozadu. To byla smůla, přijít včas, v pohodě bych
nastoupil prostředními dveřmi spolu s Anetou.
Musela to být ona. Znal jsem ji dobře z televize a nemohl se splést: druhá taková holka pro
mě nebyla. Je pravda, že jsem dobíhal jen proto,
že jsem ještě coural s Dvořákovou, ale to byla
nouzovka. A přitom jsem svoje šance odhadoval reálně: proč by měla stát zrovna o mě, určitě
má kolem sebe kluků…Napsal jsem jí dopis
do fan klubu, ale neodpověděla. Nějaká úplně
cizí holka mi jen poslala přihlášku, ale to jsem
nechtěl.
Tramvaj se naklonila a začala hrkat do kopce.
Ještě půl kilometru a madam vystoupí. Drtila mi nohu ohromnou krabicí pracího prášku
a zbytek těla knokautovala děsnou voňavkou.
Konečně vypadla a já měl volnou cestu. Jak se
to vezme, volnou cestu, tramvaj byla narvaná
jako v pátek odpoledne. Ale probojoval jsem se
až k tyči.
Na další stanici bych normálně vystoupil, ale
dneska jsem se rozhodl jet s Anet dál.
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Luces de Bohemia
Lidi se tlačili ke dveřím, já vlál v davu a rval se
doprostřed tramvaje. Konečně všechny maminy
s kočárky vylezly a cesta k Anetě byla volná.
Dívala se na všechny strany, asi nevěděla, kde
má vystoupit.
Našlápl jsem si, že jí poradím, už jsem byl skoro
tam, a v tom jí zazvonil mobil. Sedl jsem si na
nejbližší volnou sedačku a dělal jakoby nic.
- Z důvodů havárie na trati odbočuju na
Pažitkovu, zachrchlal řidič do mikrofonu.
Zpozorněla: – Moment, řekla do telefonu a pak
se naklonila ke mně: - Co říkal, prosímtě?, zeptala se. Chlápek vedle byl rychlejší: - Odbočuje
napravo na Pažitkovu. – Díky, usmála se na něj
a zase začala telefonovat. S chutí bych ho byl
nakopl, mě se ptala! Navíc sotva zvedl hlavu od
novin, vůbec nevěděl, s kým mluví!
Tramvaj projela okolo kiosku s novinami a zastavila. Vystoupil jsem hned za Anetou, právě
dotelefonovala. Nikdo nikde, jen trafikantka
a ten děsnej chlápek, co odpověděl místo mě,
nikdo neuvidí, jak se ztrapním. Četla si tabulku
s jízdním řádem. Jak jsem docházel k ní, pruhy
na její šále se zvětšovaly, až…těsně vedle přistál
mercedes a ohodil mi nohavice blátem. Někdo
zevnitř otevřel dveře, Anet nastoupila a odjela.
A já tam stál zase jako blbec.
Poselství v láhvi
Už je to dávno. Po vášnivé noci
vracela jsem se domů jednou ráno:
z Malé Strany šla jsem přes Karlův most.
Od věže k věži než jsem přešla,
mé tělo sklaplo Knihu návštěv,
slastně se protáhlo a řeklo: DOST.
Bylo mi 18 a ten vzkaz jsem ještě neuměla číst.
Dnes vím, že znamenal:
Když srdce hladoví, alespoň já dostalo jíst.
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Madona z Karlína
Madona z Karlína
cínový svícen zhasíná
pak těžkou rukou láme voskovici.
Až dosud byla zády, teď otáčí se lící.
V jako tér černých očích má dálku,
snad železniční trať...
Poklekám, štěkne požehnání:
-Teď koukej zaplatit. A pak se ztrať!!!
Duben ve Stromovce
Toužící Jaro čekalo,
až slunce vpadne do Stromovky:
vysušit meze, zahřát lavičky...
A slečnám...
stehna roztáhnout,
jak broučkům bílé krovky...
José Navia, (Colombia, 1959)
Fragmento de El lado oscuro de las ciudades
Una noche en la Jiménez con décima
El muchacho aparece de repente en la puerta de
la caseta policial. Está pálido, jadeante. Tiene
el cabello y la ropa empapados por la llovizna
menuda que cae desde la media noche sobre el
centro de Bogotá.
…
El recién llegado señala hacia su izquierda. Las
palabras le brotan atropelladas: “Allí hay un
chino que se las pica de matón y quiere darme
con una navaja”.
El uniformado se acomoda la correa de la escopeta y sale hacia la esquina de la avenida Jiménez con carrera décima donde, a esa hora, las
5:15 de la mañana, comienza a reavivarse el tráfico de vehículos.
…
Por el lugar deambulan unas 50 personas. Otras
se bajan de los buses, cruzan las vías con un trote corto y se trepan a la carrera en otros vehículos. Bajo las salientes de los edificios, los “ñeros”
se protegen con plásticos y cobijas viejas.
El policía camina hasta el borde del andén y pregunta: “A dónde está?” El muchacho, que parece haber bebido más de la cuenta, señala hacia
el otro lado de la avenida donde varios hombres
se mueven muy cerca de la esquina.
El lugar está semioscuro, pues a las cinco de la
mañana comenzó el racionamiento de energía
en el costado norte de la avenida Jiménez.
…
La acción policial es apenas una, y no la más
notoria, de las actividades que convierten a la
Jiménez con décima en la esquina más agitada
del centro de Bogotá durante las 24 horas.
El movimiento nocturno comienza después de
las siete u ocho, cuando los vendedores ambulantes guardan sus cachivaches en carros esferados y algunos “ñeros” buscan sus “cambuches”
para protegerse del frío, chupar pegante o fumarse un basuco.
…
Después de las ocho, se apagan las grabadoras
en los puestos de casetes, se encienden las brasas de las parrillas de arepas y chorizos, y uno
que otro indigente cuenta las ganancias del día.
Es la misma hora en que el café Granada apaga
las luces blancas y suspende la venta de tinto y
aromática. El lugar, ubicado en un sótano, con
una franja de trozos de espejo pegados en la pared, queda sumido en una penumbra rojiza en
medio de la cual deambulan mujeres de minifalda, pantalones de licra y blusas ajustadas.
…
Cruzando la avenida Jiménez, a la entrada de
otro sótano, un portero de casaca roja anuncia
que “el show’ ya va empezar”, y señala las fotos
de mujeres semidesnudas pegadas sobre una
cartelera.
Basta comprar una cerveza de 500 pesos para
apreciar una sesión de strip tease. El salón, de
aspecto sórdido, huele a cigarrillo, humedad,
cerveza y ambientador barato.
…
Afuera, en medio del frío de las once de la noche, “ñeros” y ladrones calibran a sus posibles
víctimas. Ocho vendedores de caldo remueven
con sus cucharones las grandes sartenes sobre
estufas de cocinol y alinean los huevos cocidos y
las presas de gallina sobre bandejas de madera.
…
A las tres y media de la mañana las calles están
semidesiertas
…
A las cuatro de la mañana dos muchachos pasan corriendo por la Jiménez con dirección a San
Victorino. Un hombre de unos 25 años los per-
Luces de Bohemia
sigue con una navaja en la mano. El hombre, a
pesar de su borrachera, se detiene en la esquina,
mira en círculos, camina tambaleante, esgrime
amenazante la navaja e insulta a las personas
que toman tinto en una caseta que atiende las
24 horas. Luego cierra el arma, la guarda en un
bolsillo del pantalón y se devuelve por la carrera décima, hacia el norte.
El hombre es un candidato para otra de la trampas que acechan a los borrachos: “Las tomaseras”. Son mujeres jóvenes, insinuantes, que
abordan a sus victimas fingiendo estar perdidas
y se hacen invitar a tomar algo. Eso es lo último
que recuerdan los “clientes”.
…
Los policías, que cumplen turnos de seis horas,
reciben, además, unas 20 ó 30 quejas de todo
tipo durante las 24 horas.
A veces también llegan hombres semidesnudos
y sin zapatos que han sido atracados en los alrededores. Esta madrugada le tocó el turno al
empleado de una ferretería.
…
Dos hombres le pusieron un cuchillo en el cuello
y se le llevaron la chaqueta, el reloj, la cartera y
algunas monedas.
A las cinco de la mañana los vendedores de
caldo comienzan a guardar sus peroles y a
descolgar las bombillas. Una hora después, las
dos avenidas están congestionadas, los “ñeros”
duermen y los borrachos esquivan carros. Llegan las vendedoras de jugo de naranja y huevos
de codorniz y un enjambre de personas que viven del rebusque.
Cuando estos se instalan comienza otro mundo.
La calle se convierte en un espacio donde para
ganar hay que estar en la jugada.
Irene Sánchez Carrón (Navaconcejo, Cáceres
1967)
Personaje a punto de cruzar la calle
Qué nostalgia infinita nos acecha
ahora que las ventanas sólo son
rectángulos vacíos de cristal y madera
contra la densa niebla de la tarde
y el otoño ha llegado
tras esa larga enfermedad que es el verano.
Qué pobre este ahorrar para luego
sin saber para cuándo,
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Luces de Bohemia
y que las cosas ya no sean,
sólo sirvan,
y que se cierren puertas para siempre,
y marcharme
con lo que quise haber dicho entre los labios
y cruzar la avenida
cuando cambien a verde los semáforos.
Eloy Sánchez Rosillo (Murcia, 1948)
La ciudad presentida
Ivan Wernisch (Praha, 1942)
To víte, malé město je malé. Je těsné, ani rozmáchnout se v něm pořádně nemůžete, takže facky
zde padají mírně, nijaké, i když třeba máte na
souseda takový vztek, že byste ho nejraději zabil, dostane od vás jen herdu či štulec – nezbude
vám nakonec nic jiného, než se naň dobromyslně
čili přátelsky usmát.
La ciudad los ungió con las luces del alba
y extendió ante su asombro el viejo laberinto de sus calles.
Traspasaron el umbral de la mañana. Los ojos
se habituaron pronto a la belleza de este día.
Porque en otro lugar y en horas menos plenas
supieron intuir lo que ven hoy:
ese reloj que hace vibrar la plaza
cuando deja caer trozos de tiempo sobre el mundo,
el rincón soleado donde un hombre muy viejo
vende objetos inútiles y hermosos...
Ellos saben muy bien que las cosas que crecen
bajo este cielo ajeno no son suyas.
Y querrían
tenderse para siempre sobre la hierba del verano
y engañarse olvidando lo que fueron
antes de estar aquí, antes de haber vivido
de acuerdo con la vida, con arreglo a la luz.
Vladimir Holan (Praha, 1905-1980)
Kampa
Do těchto uliček nechodí
na návštěvu zvyk,
a proto nevyvolávají stejný dojem.
Do nich se zabloudí a jsou to ony,
kde stále ještě plynové lampy
ozařují dlažbu jaksi právě navlhlou,
a to bud noční rosou,
nebo močí opilců…
Uličky, kde stíny stínů,
vržené kopuletými zdmi,
pokoušejí se ne o děj, ale o výjev,
který jakoby překvapoval je samé…
Vhodná chvíle, kdy nevíš,
co přijde pak…
Mario Bendetti (Uruguay, 1920),
Esta ciudad es de mentira
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Luces de Bohemia
No puede ser.
Esta ciudad es de mentira.
No puede ser que las brujas sonrían a quemarropa
y que mi insomnio cruja como un hueso
y el subjefe y el jefe de policía lloren
como un sauce y un cocodrilo respectivamente
no puede ser que yo esté corrigiendo las pruebas
de mi propio elogiosísimo obituario
y la ambulancia avance sin hacerse notar
y las campanas suenen sólo como campanas.
No puede ser.
Esta ciudad es de mentira.
O es de verdad
y entonces
está bien
que me encierren.
Rafael Reig (Cangas de Onís, Asturias, 1963)
Fragmento de Sangre a borbotones
Piensan que pronto, en otra tierra, lejos,
cuando de nuevo vuelvan a sus viejas costumbres
y otra vez el invierno los habite y los venza,
recordarán, oscuros, este sol, este sueño
de libertad que quiso regalarles la vida.
Pero deciden aplazar las sombras.
Ahora
no dicen nada. Están aquí. Se miran.
La mañana transcurre. Y son dichosos.
No puede ser.
Esta ciudad es de mentira.
No puede ser que las palmeras se doblen
a acariciar la crin de los caballos
y los ojos de las putas sean tiernos
No puede ser.
Esta ciudad es de mentira.
No puede ser que nadie sienta rubor de mi pereza
y los suspiros me entusiasmen tanto como los hurras
y pueda escupir con inocencia y alegría
no ya en el retrato sino en un señor
no puede ser que cada azotea con antenas
encuentre al fin su rayo justiciero y puntual
y los suicidas miren el abismo y se arrojen
como desde un recuerdo a una piscina.
como los de una Venus de Lucas Cranach
no puede ser que el viento levante las polleras
y que todas las piernas sean lindas
y que los consejales vayan en bicicleta
del otoño al verano y viceversa.
Frente a mi ventana se alzaba la siniestra pirámide de Chopeitia Genomics, el edificio más alto
de Europa y el mejor protegido del hemisferio.
Acodado en el alféizar, veía los veleros amarrados en el puerto y el transbordador de bicicletas
que unía Génova con Goya. El Canal Castellana
atravesaba la ciudad de norte a sur y ya se había convertido en la principal vía de comunicación entre el centro y el resto de la península.
También era el lugar apropiado para depositar a
los sabihondos, los entrometidos, los deudores
y los bocazas, todos con sus correspondientes
zapatos de cemento. La policía lo dragaba cada
pocos meses, lo que resolvía aproximadamente
la mitad de los casos de desapariciones que teníamos pendientes.
Aguas arriba se encontraban los puertos depor-
tivos de los chalets de los Recintos; Aravaca, Pozuelo, Puerta de Hierro: viviendas blindadas y
jardines con estanque, como la de Cristina y el
vil valenciano, donde estaba mi hija.
Hacia el sur la ciudad latía como una herida
infectada. Casi podía sentir la inflamación, la
fiebre y el olor a pus, dulce y deletéreo, brutal
y embriagador como el de las orquídeas o el de
la carne que se descompone. Los días claros columbraba el muelle de carga de Puerto Atocha,
las esqueléticas grúas y la sombra de la alambrada del primer Precinto, donde los adictos
esperaban a la muerte y trataban de entrar en
calor quemando neumáticos.
Daban verdaderas ganas de beber: no digo
más.
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Luces de Bohemia
Jaime Labastida (México, 1939)
Ciudad bajo la lluvia
Mira cómo, desde este exilio de cemento,
se extiende la ciudad, a nuestras plantas.
De aquí partían los mercaderes rumbo a
[España.
Mira el humo en aquellas azoteas,
el resplandor del sol en los tinacos,
aquellas sucias fábricas a plomo.
Mira el papel que cae
desde un alto edificio:
pájaro que ablandara sus alas.
Encabritadas garras afilando,
águilas junto al cielo se desploman.
En este oscuro cuarto
un pedazo de historia se fabrica;
en aquel otro, un hombre sueña con mujer
pero en su lecho sólo la luna
abraza sus muslos y torso.
Huele la lluvia.
Mira cómo de la tierra asciende
ese pesado olor del protoplasma.
Mira caer cenizas, polvos y desgracias.
Mira cómo las lluvias construyeron
los albañales de los aledaños.
Mira cómo la lluvia cae sobre los pájaros
y cómo los hombres, trapos sacudidos,
oscilan por una ráfaga de viento,
a la luz de ese único relámpago.
Su rostro es una bronca blasfemia.
Mira cómo el cielo resplandece en mitad de la [noche,
cómo las estrellas se desgañitan de luz.
Mira cómo esta mugre tierra estalla
y trastorna su sol que la corteja
y corre luego entre pezuñas de asnos.
Vé como abandona la tierra estos lugares
dejando a ciertos hombres sin su antípoda,
colgados de sus dientes, al vacío.
Y el cielo desploma su ceniza,
la facilidad de la muerte.
Es la ciudad de México,
que anuncia su verano
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Jaroslav Durych ( Hradec Králové, 1886 – Praha, 1962)
Fragmento de Plížení a pouti
Někdy je lépe, nemá-li člověk dosti peněz
a času aby viděl, co by chtěl, a je-li nucen
spokojiti se tím, co mu přijde do cesty. Chtěli
jsme jeti do Salamanky, ale spočítavše své dollary, prozkoumavše španělský jízdní řád a
zadumavše se nad kalendářem, smířili jsme se
s návratem do Francie. Večer před odjezdem z
Ávily, hleděli jsme ještě z krásné galerie královské koleje Svatého Toméše na město na kopci.
Svítily tam ojedinělé elektrické svítilny, které
nejmladšího z nás uváděly v extasi; byla to poslední noc ve Španělsku.
…
„To Španělsko je ve všem grandiosní,“ pravil
nejmladší; „podívejte se jen na ty reflektory!“
Chtěl jsem už říci: „Hm, to my u nás v Olomouci …“ , ale napil jsem se jen vína a mlčel
jsem. Pak tedy přijel náš vlak. Ve třetí třídě
španělských vlaků je cestování přesmutné i lidem sedícím. Tím větší nostalgii vzbuzuje toto
cestování, vidí – li člověk, že bude šest hodin
státi na špičkách, přitlačen k stěně. Mimo to,
Madriďané jeli k moři, a jejich robátka se bavila
pláčem a řevem. Ženy byly dosti neúhledné a
nebylo lze nalézt jiné útěchy než ve vzpomínkách veselých a v pohotovosti vtipu. Některé
ženy zpívaly též hlučně, zdlouhavě, a truchlivě.
Zkroušení španělští četníci chodili po voze
sem a tam a šlapali nám na nohy. A přece jsem
vydržel smát se až do čtyř hodin. Pak nejmladší
a nejnadšenější zasyčel. „To je strašné!“
„Nu? To je skandál, v tom Španělsku, takhle zacházet s cestujícími.“
Xabier Puchades (Valencia, 1973)
Escena de Ácaros
Interior del taxi.
TAXISTA. Le propongo un juego. No se ponga
nerviosa, es muy sencillo. Como en los concursos de la tele. Sólo tiene que decir sí o no, sólo
eso, sí o no. Si acierta, premio. Si no acierta, le
aplaudo y otra vez será. La pregunta es la siguiente: ahora puedo girar hacia la izquierda
o hacia la derecha, ¿qué calle prefiere? Píenselo
bien antes de contestar. Está bien, le daré pis-
tas. Si giro a la derecha llegamos antes: el viaje
le resulta más barato, pero la vista es peor. Si
elige la derecha: yo pierdo dinero, pero la vista
es mejor. Soy el único que realmente se arriesga. ¿Me oye? ¿Lo está pensando? ¿Usted piensa
así? Desde que entró no ha quitado los ojos de la
ventana... Lo comprendo, de verdad. Es imposible no admirar nuestra ciudad, la construyeron
para no dejar de mirarla. Y me gusta, me gusta
mucho que mis clientes disfruten del viaje... Así
que disfrute, disfrute... disfrútelo... Pero contésteme: ¿Derecha o izquierda? El semáforo se va
a poner en verde... ¿no? Verde. Bueno, da igual,
me dejo ganar. Yo soy así, siempre me dejo ganar. Un pedazo de pan a mi lado no es nada,
nada... ¿Me oye? De todas formas, estoy pensando que podría cobrarme de algún modo el
dinero que pierdo... ¿No es cierto? ¿Qué le parece un beso? Sólo uno. Un beso aquí, ¿me ve? Es
justo. En la boca. ¡Deje de mirar por la ventana!
Va a gastar la ciudad con esos ojos tan abiertos.
Escuche. Usted me da un beso en la boca y se
ahorra unos euros. ¿Qué le parece? Es justo. Un
beso por unos euros, por ahí afuera hay mujeres que cobrarían menos. ¿No se decide? Ya, yo
también me lo pensaría, porque puedo morderle los labios. Me gusta mucho morder los labios,
mucho. Mi mujer se muerde los labios y se come
las uñas ella sola. La verdad, no sé cómo he podido estar tanto tiempo con ella. ¿Sabe? (Tose
asmáticamente).
No me mire así, ¿está asustada? Deje el cristal,
se romperá las uñas. Soy incapaz de hacer daño
a una mosca. Sé perfectamente que usted no es
una mosca, pero aunque lo fuera, no le haría
nada... En verano sí... El taxi se llena de moscas,
y eso que lo llevo siempre cerrado. Imagínese,
mi taxi lleno de moscas... Yo, que no puedo tener la boca cerrada. Seguro que no había subido
a uno así, tan limpio. Da gusto subir a vehículos
así de limpios, sin una mota de polvo. El polvo
es un terrible foco de infección. (Tose) No haga
eso en el cristal, es molesto. Antes bromeaba.
¿Le parezco jocoso? Mi mujer dice que lo soy,
divertido no, jocoso... ¿Qué pasa ahora? ¡Vaya!
Están de obras, pues por aquí no podemos ir,
señorita. Iremos por otro sitio, damos un poco
más de vuelta pero da lo mismo. No se preocupe, no le pienso cobrar más...
Luces de Bohemia
Esteban Salinero (Chile, 1972)
Fragmento de La capital de Reich
En su devenir tricolor imperial
las banderas flamean ingenuas, torpes
y espantan con la pezuña el fétido mosquerío
[ciudadano.
Inocuas, ventilan en su devaneo los aires del
[poder
para que fluya entre las calles,
para que la ley se presuma conocida por todos,
para que no nos olvidemos de los vivos
y a veces, sólo a veces, de los muertos que hizo
[subir al cadalso
Habitar en este cemento agrio
en este suelo sucio y mil veces pisoteado.
Habitar, sobrevivir, jamás vivir aquí.
Alentarse a cada paso
en calles de construcciones neorientales,
yanquimente arribistas,
en cuyos ventanales de espejos
no puedo ver mi reflejo de vampiro
ni siquiera a plena luz del día.
...
Yo huyo por los subterráneos,
por los pasajes bajo techo,
el sol acá quema más de la cuenta,
y la noche es siempre más oscura.
Busco en las vitrinas al menos un lirio
[ejecutado
husmeo en los ascensores en busca
de una dosis de silbidos
Ardo en sudores,
me esfuerzo en kioscos,
me redimo en los cines,
escupo en las mansiones
y me duermo entre el ruido celestial de los
[microbuses,
el grito de un acuchillado,
el neón que entra por mi ventana,
el último suspiro antes de mi benzodiazepínico
[oriente eterno.
José Camúñez (Sevilla, 1981)
Praga
Praga no deja de ser un sueño que nunca termina porque nunca llega a hacerse totalmente
realidad, y es que el suelo de Praga también tie-
9
Luces de Bohemia
ne un sabor bastante amargo cuando tras una
derrota parece que el mundo se acaba, todas
las calles se vuelven oscuras y éste es ese lugar
donde al filo de la navaja todos miran hacia otro
lado. Pero no, es un engaño, al día siguiente el
cabrón del sol vuelve a salir por el mismo lado
de siempre sin importarle un carajo tus derrotas,
ni tus sueños, ni las miradas que no recibes, ni
cada segundo que ella no piensa en ti. Al día siguiente la luz vuelve a entrar por la ventana de
cualquier habitación que no es la tuya pateán-
dote las costillas para que abras los ojos, y veas...
que detrás de este telón de los sueños, sigue lo
más esencial, la fe en uno mismo, y que cada vez
que te levantas el cielo de Praga se vuelve más
gris, y las gotas de lluvia infame te refrescan a
golpecitos el alma.
Después de haber prostituido tus sentimientos
al mejor postor, sólo te queda la ilusión de poder pensar, aunque erróneamente... que pudo
haber sido.
Martín López-Vega (Llanes, Asturies, 1975)
Dientro de les ciudaes
Dientro de les ciudaes creamos la nuesa ciudá
Como un organismu que creciere dientro d’otru
Parasitándolu Faciéndolu reventar hasta alcontrar el propiu espaciu
La nuesa ciudá acaba por asesinar a les otres ciudaes
Les ciudaes nun esisten,
non colos nomes colos que les conocemos
HelsinkiBarcelona
New York
Porto
Esiste más bien
La ciudá d’Arno Hulden
La ciudá de Marta ¿cómo s’apellidaba?
La ciudá de Suzanne Vega
La ciudá de Clara Meira, la d’Agustina Bessa-Luís
Ciudaes que tán tan cerca, que nacieran de la mesma ciudá
que la nuesa, que yá nada tienen que ver con nós
Ciudaes nes que se suaña col bambú que crez nel Oriente
Ciudaes nes que dalguién s’acerca nuna parada d’autobús
na nueche y entruga: «¿Tienes llume?»
Ciudaes en fin distintes Ciudaes
Malapenes nuna cosa se paecen: en toes elles hai dos estaciones,
La de los trenes reales
La de los trenes suañaos
Les dos son iguales
Namái hai nelles trenes abarrotaos de pantasmes
10
Andrés Molinari (Cástaras, Granada, 1951)
Un minuto por delante, todo un minuto
PERSONAJES
AGUJA HORARIA o pequeña. Puede ser gordita y baja de talla, tal vez anciana e ir con
bastón, hablará muy despacio y no se mueve en
todo el rato.
AGUJA LARGA o MINUTERO. Esbelta pero no
muy delgada, puede ir con tacón alto. Su movimiento será mínimo, solo un paso en toda la
obra, pero perceptible.
SEGUNDERO. Aguja fina y rápida. Irá con zapatillas y atuendo ligero, corre todo el rato, entre deportiva y militar.
ESCENA ÚNICA
La acción en la esfera de un reloj. Tardará exactamente un minuto.
SEGUNDERO. (Continuando su marcha perpetua.)
Tengo un minuto por delante. Todo un minuto.
¡Cuánto tiempo!
MINUTERO. Un minuto se pasa volando. Ya
llevas gastados tus primeros cuatro segundos.
HORARIA. Mira la deportista, la creída esa.
Piensa que va a algún sitio. Tanto girar y girar
sobre la esfera de este reloj. Llegará a las doce y
tendrá que volver a empezar.
SEGUNDERO. Estoy segura de que completaré
esta vuelta. Y mil más. No puedo pararme a saludaros, me perdonáis...
MINUTERO. ¡Qué envidia! Tu movimiento al
menos se nota. Pero el nuestro...
SEGUNDERO. Sin embargo es a vosotras a las
que miran para saber la hora. En mí no se fija
nadie. A mi sólo me miran para saber si el reloj
anda o está estropeado.
HORARIA- ¡Qué ironía! ¡Andar el reloj! Cuando, en realidad las que andamos somos nosotras. Bueno... vosotras más que yo. (Hace patente
su inmovilidad.)
SEGUNDERO. Pero si nos paramos dicen que el
reloj se ha estropeado. Nadie piensa que el tiempo se ha detenido... o que nos gusta con templar
el paisaje.
MINUTERO. (Algo pedante, poética.)... Ese corazón de acero o de cuarzo, oculto tras la esfera
del reloj... es el tiempo el que nos mueve... ¿O
somos nosotras las que movemos al tiempo hacia adelante?
Luces de Bohemia
HORARIA. Estas jóvenes, siempre volando. Seguro que se cree la Paloma de nuestra Trinidad.
MINUTERO. Es verdad, nosotras tres formamos una Trinidad: Tres agujas diferentes y un
sólo minuto verdadero.
SEGUNDERO. Confundís a Dios con el tiempo.
HORARIA. (Recriminando el mucho correr incesante de SEGUNDERO.) Como sigas así te vas a
quedar...
SEGUNDERO. Más delgada de lo que soy. Soy
aguja y ni pincho ni coso. En todo caso enhebro un instante con otro. ¡Esa cuerda del reloj no
me deja parar! Esa cuerda es una locura. Bueno,
todo se acabó. Se acabó este minuto. He llegado a las doce. Tendré otro minuto por delante.
Todo un minuto.
Oscuro.
Elena Buixaderas (Murcia, 1969)
Demasiada oscuridad. No reconoces nada. La
ciudad se muestra inaccesible, encerrada en sí
misma te ignora. Sus ojos se han vuelto duros
diamantes negros, hieren. Te observan desde un
esqueleto desconocido de edificios ajenos. Han
desaparecido sus brazos tibios. Esos cálidos
huecos donde refugiabas tu soledad están repletos de otros cuerpos, otros jugos, otras savias.
Recorres las calles aprisa hacia Náměstí Republiky. Las putas y los chaperos cruzan las aceras. Chulos y camellos se pasean con las manos
en los bolsillos. Por las fachadas resbala la oscuridad de ámbar. La ciudad está manchada
de orina y sangre, pero se ríe a carcajadas. Esa
mano que te aferra el brazo y después busca un
hueco entre tus piernas. Esos ojos gélidos que
ya no te conocen y te atraviesan la piel con su
indiferencia áspera.
Y corres de nuevo. Retumban los adoquines de
Na Příkopě y Národní Třída bajo la carrera frenética. Y cruzas el puente de la legión, sin ver,
no quieres ver nada.
Creías saberlo todo. Y ahora estás sentado con la
cabeza entre las manos. Sobre la ribera desierta
de la isla. La ciudad te habla en una lengua que
no comprendes. O simplemente, calla.
Ese deseo de gritar. Y el río tenebroso que se
desliza a la orilla de tus pies.
Demasiado silencio.
11
Václav Hrabě (Příbram, 1940- Praha, 1965)
Ty
Tú
To není alej kaštanů které kvetou
to není zástup andělů s mrtvou
to je noc
Modrá a bílá
Na Vltavě zamrzly lodě
a svatební kytice
Esto no es una alameda de castaños en flor
no es una procesión de ángeles con mirto
es una noche
Azul y blanca
En el Moldava se han congelado los barcos
y los ramos de novia
Máš oči jako tabák
A stromy na podolském hřbitově
jsou cypřiše a stříbrné štiky
Jednou jsi řeka: „Já si tě najdu.“
Je noc
Modrá a bílá
Kouř u stropu se chvěje jako
tvoje ruce
V bytě nad námi někdo poslouchá Händla
slyšíš
„Vodní hudba“
napudrované růže
v téhle zimě
to je ale nerozum že?
Máš oči jako tabák
Bojím se abych to všechno nezkazil
nějakým překrásným gestem
Tienes los ojos como el tabaco
Y los árboles en el cementerio de Podolí
son cipreses y lucios plateados
Una vez dijiste: “Te encontraré”
Es de noche
Azul y blanca
El humo en los tejados se estremece
como tus manos
En el piso de arriba alguien escucha a Haendel
oyes
“Música acuática”
rosa empolvada
en este frío
vaya insensatez, ¿no?
Tienes los ojos como el tabaco
Temo estropearlo todo
con algún hermoso gesto
Až půjdeš zítra ode mne
potkáš paní domácí jak se vrací
s masem na neděli
bude se divit že jsi tak mladá
a už se touláš po nocích
Pak si řekne že jsou tím
stejně vinni komunisti
„Podolí není Montmartre“
upozorní mě jemně
inženýr z prvního patra
Dáma v tramvaji se ušklíbne
protože budeš hrozně moc vonět
kouřem
Cuando me dejes mañana
te encontrarás a la portera que vuelve
con carne para el domingo
se extrañará de que seas tan joven
y ya andes deambulando por las noches
Luego dirá que la culpa
la tienen igualmente los comunistas
“Podolí no es Monmartre”
me advertirá suavemente
el ingeniero de primer piso
Una dama en el tranvía hará una mueca
porque olerás terriblemente
a humo
Bude ráno
střízlivé
šedé a moudré jako vlasy mého otce
Málokdo si všimne
že máš oči
jako tabák
Será una mañana
sobria
gris y sabia como los cabellos de mi padre
Pocos se darán cuenta
de que tienes los ojos
como el tabaco
12
Diseño gráfico: Eufrasio Lucena Muñoz
Luces de Bohemia

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